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El campo puede ser otro. Pensando en otra posible alternatividad, mañana.

Raúl Silva


El propósito de este texto es explicar cuáles fueron las motivaciones que tuve para involucrarme en este proyecto: “Mañana”, introduciendo algunos apuntes breves de reflexiones personales sobre la alternatividad en el sistema del arte contemporáneo en Lima, centrándome específicamente en el circuito de galerías comerciales de artes visuales, instituciones de difusión cultural con criterios de selección semejantes y el escenario formado en torno a ellas, sin hacer hincapié en algún acontecimiento específico e intentando plantear algunas ideas generales que posiblemente justificaré y contextualizaré más adelante.


Dentro de la escena local, he percibido una fricción -usualmente generada en el público- entre la apuesta por una propuesta artística más crítica o políticamente activa y otra de un interés más formalista, que se mantiene en el plano evocativo y estético, o enfoca su praxis en la técnica o en abrir nuevas formas de entender la realidad desde una perspectiva estética propia. Sin embargo, también se mantiene una posición neutral al respecto, sosteniendo que cada uno tiene la opción de elegir lo que quiere hacer. Fuera de ese escenario (en un ámbito no especializado) el consenso parece ser otro: las bellas artes siguen ocupando el espacio de lo que se consideraría como lo artístico, y las nuevas prácticas interdisciplinarias vinculadas al arte entran, por lo general, en el plano de lo incomprendido.


A pesar de todas esas posibles discusiones, el debate queda reducido ante una realidad: existe un sistema y un proceso de institucionalización de lo que entendemos como artístico. Los objetos y experiencias que se producen en el campo del arte contemporáneo local, no son ajenos a los sistemas de difusión, mercantilización y consumo. Y mientras en un plano parece haber una disputa sobre la aceptación de significados o nuevas formas de categorizar prácticas interdisciplinarias relacionadas a lo artístico, el sistema comercial sigue su curso, nuevos actores emergen, otras escenas aparecen y nuevas formas de agenciar ganancias desde el sector cultural surgen.


Tal vez, ese sistema y la presencia de un mercado del arte sean necesarios para que el artista pueda sostenerse solo (trabajando exclusivamente en su práctica artística), pero no es difícil darse cuenta que los que terminan dedicándose exclusivamente a eso son unos pocos; la realidad es que no hay suficientes galerías comerciales para cada nuevo artista que se integra al escenario cada año. Asimismo, parece no haber una demanda canalizada para contestar a la posible producción de tantos artistas. Eso deriva sus medios para subsistir a otras prácticas como la gestión cultural, la docencia, el diseño, entre muchos otros, incluso no necesariamente vinculados al arte. Volviendo al anterior punto, esa posición simplista de oferta-demanda puede que sea un acercamiento frío, ya que no creo que el artista piense el sentido de su producción (necesariamente) dirigido al mercado o a contestar a una demanda, sino a responder a una necesidad latente por expresar algo, independiente de su forma o contenido.


Ese ánimo reside posiblemente en cualquiera de las posturas antes descritas (una obra artística con contenido político-crítico o una plenamente formalista, teniendo en cuenta todas las variables que puedan existir entre estos dos polos aparentemente opuestos). Si la determinación detrás de la creación de una obra es pensada desde ese ánimo, el ímpetu por que cierto sector de la población reconozca como arte ciertas prácticas puede resultar irrelevante. La necesidad de categorizar algo como artístico puede, tal vez, afectar la circulación de un objeto que existe o pretende existir dentro de esa institucionalidad, pero una obra de contenido político-crítico, que puede ser pensada para interpelar a un sector fuera del ámbito artístico institucional desde su potencial funcional, sí puede estar al margen de esa categoría por el simple hecho de hallarla innecesaria si sus fines apuntan a otro campo. Si es así, ¿por qué la necesidad de querer plantear sus enunciados desde el campo del arte? Me estoy refiriendo a una supuesta propuesta que busca distanciarse formalmente de lo que se entiende convencionalmente como una obra de arte para el imaginario público, enunciando una posición crítica y activa, y que, a pesar de eso, no se quiere pensar deslindada del campo artístico.


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Los principales espacios de difusión y comercialización del arte contemporáneo en el entorno local pertenecen al sector privado y a instituciones culturales internacionales, dinamizando la práctica de algunos artistas (que se vuelven pocos en comparación a todos los que no trabajan directamente con estas plataformas). Podría sospechar que la ruptura entre propuestas menos tradicionales y un público masivo, y la disputa sobre lo que se piensa como arte hoy, pueden ayudarnos a rastrear cuales fueron los intereses en el momento de construir esta historia sobre lo artístico. ¿Cual es la posición que tienen quienes construyen esos discursos? ¿Cual es realmente su público objetivo?


Mediante el reconocimiento de este sector difusor de arte contemporáneo, se hace visible también un escenario que se declara alternativo -haciendo evidente, por deducción, que existe también una oficialidad-. Este campo alterno es casi siempre auto-gestionado, promovido por artistas, académicos o gestores culturales independientes; y tanto las lógicas mencionadas sobre el público, como las disputas sobre lo que es considerado como arte se aplican de igual forma. La conclusión más evidente es que esa alternatividad apunta a un público semejante (aunque esto puede ser una conclusión obvia teniendo en cuenta que hablamos de las personas que estarían interesadas en asistir a algo de esa índole) y que la diferencia es que la diversidad de propuestas aumenta, y una gran cantidad de artistas se suma a un escenario de enunciación.


Aparte de eso, las diferencias solo parecen residir en una cuestión casi espacial y de contratos existentes o inexistentes con las instituciones comerciales o de difusión. No me atrevería a decir que es un aspecto general constitutivo de todo lo que ocurre fuera del circuito oficial, pero el sistema institucional artístico parece ser necesario para todo aquel que está involucrado en la escena artística local, incluso para la propia alternatividad. Creo que si es posible pensar en esta relación entre lo institucional y lo alternativo.


Estas ideas me hacen pensar en otra posibilidad, en una imagen que esta ausente y no es complementaria, sino más bien formada de base como alternativa a todos los sistemas replicados antes mencionados. Un espacio que busque afectar la ciudadanía bajo los mismos medios, pero que piense en la forma de entablar procesos pedagógicos y sus propias relaciones con su entorno directo. Pensar no solo en la producción del discurso, sino también en sus medios de difusión e incluso consumo. Esta idea, por mas extraña e idealista que parezca, apela al mismo sistema del arte y su práctica artística contemporánea, pero como un contenido que no se vuelve ambiguo para el público nuevo y donde pensar en esta categoría de lo artístico puede ser desestimado.


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Un punto importante es que la posición ambigua y abierta que tiene la escena alternativa, ha dado a entender en ocasiones que es un área pensada como provisional, con miras a un desarrollo posterior hacia un tipo de institucionalidad. Esto cobra sentido si es pensado en función de la inestabilidad económica que parece implicar ser artista, donde la promesa de estabilidad la tiene supuestamente el mercado del arte local.


Esta relación entre el mercado, los debates de contenido y esta precariedad alternativa provisional dan forma a un panorama en donde la posibilidad de un pensamiento crítico podría dispersarse: ya que la iniciativa de todo proyecto alternativo será incuestionable y el ascenso a todo espacio institucional parecerá siempre favorable. Sin cuestionar aquí las dinámicas del mercado y lo que ocurre por encima de todos estos entramados, el potencial crítico de la obra de arte en el contexto local parecerá silenciado, no necesariamente por su falta de intencionalidad, sino partiendo, en principio, porque la ciudadanía no esta delimitada como público objetivo, y todo parece indicar que no busca ser interpelada.


Estoy pensando en estas posibles variaciones que existen en ese plano de lo alternativo, en donde también existen proyectos que definitivamente no encajan en los aspectos antes descritos. De alguna forma, esa alternatividad esta abierta, y no me permite hacer generalidades, pero lo que si puedo notar es que el pronunciamiento crítico ante aspectos políticos coyunturales no es constante.


Detrás de la posición más abierta, en la que cada uno tiene la opción de elegir lo que quiere hacer en relación al arte, ciertos puntos establecen condiciones que hacen parecer que el mercado es una auto-evidencia que coincide con lo que el mismo sistema del arte demanda.


Tal vez la intervención de órganos públicos y una demanda de factores cualitativos en relación a la cultura sean básicos para que el arte local pueda cambiar de paradigma. Pero se debe creer que es posible pensar en una voz desde la alternatividad, que se active y agencie para pensar en las cosas que se quieren cambiar. La balanza parece estar inclinada y eso hace necesario que se discuta en torno a todo lo que ocurre en el arte contemporáneo local, donde todos los comentarios aislados existen como si no hubiera interlocutores. La discusión necesita ser visibilizada.




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